Dios continúa buscando mis fallos, sigue intentando hacerme ver cómo la vida golpea palo tras palo sin ninguna señal de represión ni arrepentimiento... aprendizaje, agradecimiento al sopesar los problemas que surgen al paso del tiempo, haciéndome enfurecer... impulsos inesperados, aunque la vida nunca fue tan sencilla; dificultades me muestran que la realidad golpea duro y la presión suplica a mi cuerpo cabida en él... y no hay resistencia.
No hay resistencia a pesar de que el agobio no acepta más espacio en mi ánimo insano. El ruido me desespera, y los golpes en el pecho de experiencias por el paso de inmerecidas condenas personales me llevan a la más profunda locura.
La vida aprieta, apreciaciones de esta mi generación comienzan a escasear, sin aprovechar facilidades que Dios les impone; y en cambio, yo, escaso de ayudas y apoyos, busco un mínimo detalle de felicidad para no perecer.
La vida nunca fue sencilla, y sonrisas escasean a causa de esta situación fortificada y secundada por la tristeza.
Felicidad artificial no es felicidad y no soy capaz de aceptarlo... cambios... tal vez el orgullo propio sea el problema o, simplemente, esta madurez que me obliga a ser consciente de las irregularidades anímicas que soporto.
Sé que existe un final, pero la esperanza escasea al intentar demostrarme que existen posibilidades de que sea feliz...
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